sábado, 26 de julio de 2008

El Amazonas(Parte III)

Manaos: entre putas, mendigos y borrachos

Después de un mes de viaje, llegamos a Colombia, a Leticia más precisamente, ciudad lindera con Perú y Brasil. Nuestra travesía entraba en una segunda etapa: se venía febrero, y un nuevo país nos invitaba a descubrirlo.
La idea era volar a Bogotá al día siguiente, pero nos encontramos con unos precios de avión exorbitantes para lo breve del viaje: 180 dólares. Y ahí empezamos a barajar otra opción, que nos atrasaría bastante, pero que nos resultaba más que interesante. Desde chicos habíamos fantaseado con navegar el Amazonas río arriba, hasta llegar a Manaos, en el corazón del Brasil. Así que ese mismo día nos fuimos al puerto de Tabatinga, del lado brasilero, para averiguar por los barcos a Manaos. Al día siguiente salía justo uno, y por un precio más que accesible: 120 reales (unos 180 pesos argentinos aprox.). Así que pasamos una noche en Colombia, cuyos precios nos asustaron bastante, y a la mañana siguiente nos embarcamos para Manaos, en un viaje de cuatro días.
Nos parecía increíble estar en Brasil, un destino que nunca habíamos planeado como tal. Brasil era un país por el que siempre habíamos sentido cierta atracción y, sin haberlo buscado, nos atraía nuevamente a sus fauces. Ni bien subimos al barco enfilamos para el bar y nos pusimos a beber unas Skols, escuchando samba a todo volumen. Habían pasado dos intensas horas festivas cuando decidimos asomarnos para ver por donde íbamos y, para nuestra sorpresa, todavía no habíamos salido.

*Probando las primeras Skols. Y en el centro, una especie amazónica que rara vez se suele ver: un turista peruano.

A decir verdad, no fue el viaje idílico por la selva que uno tanto se imagina. Los pueblos a la vera del río están plenamente civilizados, y el río es tan ancho que uno casi no tiene contacto con la flora y la fauna del lugar. La selva solo se conoce realmente metiéndose tierra adentro por varios días, en costosos tours o con gente que conozca.
Pero sí que lo disfrutamos. Comimos como cerdos la buena comida brasileña que venía incluida: pollo asado, arroz y feijon. El problema fue que la misma manducatoria se repitió en cada almuerzo y cena, lo que nos traería algunos problemitas digestivos más adelante. Por las noches se armaban fiestas en la parte de arriba del barco, al aire libre, y todo teñido de esa alegría brasilera que tanto nos gusta a los argentinos.
Algo especial me ocurrió el segundo día, cuando escuché un sonido que me resultaba muy familiar. Decidí ir en busca de ese canto de sirena que tanto me atraía, y resultaron ser los hermosos acordes de una guitarra. Me reencontré con ese precioso instrumento, que tanto extrañaba después de haber malogrado nuestra acústica semanas atrás. Así que hice un canje con el garoto, dueño de la viola: el me la prestaría a cambio de unas clases de guitarra. Pronto se acercarían más niños que querían aprender, así que me dediqué esos cuatro días a tocar y a enseñar acordes, escalas y ejercicios, y hasta compuse un tema dedicado a Pelé y Maradona, titulado: “O mais grande”, de pronta publicación.
Y así llegamos a Manaos, una ciudad industrial, grande y agitada, que entró en decadencia con el fin de la fiebre del caucho. Cuando pisamos tierra nos dimos cuenta de que había un aire festivo en el ambiente, no sabíamos qué era lo que ocurría, hasta que alguien nos dice: “hoy comienza el carnaval”. Con Seco nos abrazamos, emocionados. No podíamos creer cómo la fortuna se había puesto de nuestro lado: la casualidad nos había llevado a Brasil, y de repente, nos puso en Manaos justo el día en que comenzaba el carnaval, sin que hayamos tenido siquiera noción de las fechas del carnaval.
Manaos es una ciudad realmente fea, muy sucia y con mucha pobreza, pero nada de eso parecía importar. Era viernes de carnaval: las calles estaban atestadas de gente que bailaba, bebía y comía en los cientos de puestos ambulantes instalados para la ocasión. Más tarde en la noche, comenzó la música en vivo y la gente enloqueció. Fue una fiesta tremenda.
Pero las malas noticias vendrían al día siguiente. Me desperté con 40 grados de fiebre, y no pude salir de la cama en todo el día. La noche del sábado era la del desfile de las scolas de samba, en el sambódromo, a la que me fue imposible asistir. Claro que Seco no se iba a perder semejante acontecimiento que, según él, fue de una majestuosidad que deja muy pequeño a nuestro carnaval de Gualeguaychú, revelándonos la farsa de que es el tercero del mundo. Hasta el carnaval más pedorro de Brasil es mejor que el nuestro. Y lo que es más importante: allá se vive como una verdadera fiesta popular, totalmente gratis, en la que todos participan, y no como un mero espectáculo marketinero, que separa tenazmente a actores y espectadores, y cuyo único fin es el lucro.
*El carnaval de Manaos a pleno

Mendigos, putas y borrachos merodean la ciudad, día y noche, en cada esquina, en todos lados, en busca de algo de comer o de beber. Mujeres embarazadas que ofrecen sus servicios, enfermos tirados en las calles mostrando sus heridas abiertas e infectadas, todo esto forma parte del paisaje cotidiano de Manaos, que tanto contrasta con la fastuosa Opera House y las pocas construcciones que quedan de la época en que Manaos era una ciudad pujante y acaudalada, de la mano del caucho, que un día dejó de ser negocio. Pero estábamos en Carnaval, y esta fiesta cumplía su función histórica: ayudar a olvidar, por tres días, todas las penurias que se sufren día a día.
El domingo, un poco mejor de salud, fuimos nuevamente a las calles, en donde siguieron los festejos con bandas de Samba y Axé. Pero nos acostamos temprano, porque al día siguiente salíamos con destino a Venezuela. Era un viaje muy largo y, para colmo, al ver los elevados precios de los micros, decidimos ir a dedo. Pudimos hacer 100km, hasta un pueblo llamado Figueredo, donde estuvimos varias horas, hasta la noche, sin que nos levantara nadie. Ahí nos enteramos que el próximo pueblo estaba a 600km, por lo que decidimos ir a la terminal, pero nos dieron la noticia de que no había pasajes ni para ese día ni para el siguiente.
Así que nos tuvimos que quedar en ese pueblo fantasma, muertos de cansancio por las largas horas en la ruta, y con un mal humor que por primera vez en el viaje comenzaba a asomarse. Fue otra noche de carnaval, con más bandas de Axé que ya empezaban a rompernos las pelotas.
Al otro día, tuvimos que volver en colectivo a Manaos para desde ahí tomar un micro a Boa Vista, en la frontera con Venezuela. Lo que habíamos pensado para ahorrar plata nos había costado mucho más caro (por la habitación y los buses que tuvimos que pagar), y se había convertido en el primer revés del viaje. Ese día juramos no hacer dedo nunca más.



Maíz pequeño








Maíz mediano











O maiz grande
Notas al pie:
1- Perdón por el exceso de estupideces. Pasa que hemos perdido muchas fotos de esta parte del viaje.
2- Gracias a los lectores y a los comentarios que tantas ganas nos dan de escribir.
3- Amados peruanos, es todo en broma!
4- El más grande es el Diego, para los que no lo saben.

10 comentarios:

Anónimo dijo...

y de última hubieran aprendido a dançar axe.jajajja

Anónimo dijo...

Que sensaciones las que afloran cada que te leo, realmente uno se sumerge en el hilo de los relatos y parece que hasta es parte del viaje.
Gracias nuevamente por compartir los detalles de este viaje, y que por medio de historias trasmitas libertad y demuestres que uno puede dejar volar la imaginación al máximo, tanto asi que contagies emociones, y personalmente ganas de vivir esa libertad ...
Escuche hasta los acordes de tu guitarra en medio del Amazonas y no podia dejar pasar esta oportunidad y dejar marcada esta frase (prestada) "Se puede hacer música solo de oficio o poniendo el corazón, el oficio es impresindible, pero el corazón es un plus que los musicos ofrecen solo cuando aman lo que hacen".
No dejes de escribir ni de tocar la guitarra nunca, que cuando las cosas se hacen con pasión como lo haces tu aparece ese plus; sigue tus sueños, sigue viajando y haciendo que viajemos contigo por medio de tus relatos.
Un beso grande.

Anónimo dijo...

JUA JUA JUA JUAS o maiz grande. esta bieeen.
que bueno muy divertido, che lo que te ahorraste de viaticos te lo gastaste en birras.
abrazo
Fernando

Anónimo dijo...

Creo que debo agradecerles por la manera en la que retratan estas experiencias, restauradas con palabras tan nítidas y descriptivas. Los congratulo por eso y ya ansío la siguiente actualización. Saludos desde México!

Anónimo dijo...

Hola chango! me colgue mal la vez pasada y bue como viste no comente nada! muy zarpado lo mio...
y bue quierido que mas te puedo decir, a cada actualizacion me sorprendes mas en esa aventura en la america profundaa! y bueno tambien en cada viaje hay cosas buena y tambien escollos que hay que saltarlos o pasarlo, y nada ustedes tuvieron mas cosas lindas en la travesia
un abrazo
Coco Paz desde Santiago

Anónimo dijo...

Amiguis... Somos varios que esperamos las mil y una noches... Necesitamos más dosis de aventura, no dejes de actualizar. Abrazo, Tía justi

Federico McCartney dijo...

Muy lindo che!!! da gusto leer!!!

Los mendigos y borrachos son sin duda ustedes!!! no se que onda las putas!!!

Anónimo dijo...

vaya...el mejor festival del mundo enmedio de la miseria...
desgraciadamente es así, y que mejor que embrutecer al pueblo con licor y fiesta para que sigan con su indolencia...

Anónimo dijo...

me parece cualquiera que hables de Manaos como si estuviera en la miseria!!! La miseria es General y está en todas partes pero si bien no es lo que era la antigua ciudad del caucho es una ciudad industrial muy próspera, muy importante para Brasil!!!

Anónimo dijo...

Miseria hay en todos lados, y sobre todo, en América Latina. Pero en Manaos fue lo primero que saltó a la vista. Fue muy fuerte para nosotros, y sobre todo teniendo en cuenta que Manaos fue una de las ciudades más ricas del continente. Y aunque ahora sea una ciudad próspera, por la cantidad de industrias que hay, tiene muchos problemas sociales que resolver. No me parece mal hablar de la miseria, al contrario, pero acepto tu opinión. Estaría bueno que firmés con tu nombre.
Abrazo